Siempre me ha parecido increíble, a veces, la extraordinaria capacidad de los seres humanos de enfrentarse a sus miedos y límites sin ni siquiera pensar en ellos.

La motivación es el arma que usamos cuando nuestra voluntad empieza a resquebrajarse irremediablemente.

No es un concepto sencillo ni mucho menos. Para muchos psicólogos es difícil explicar el impulso que existe detrás de un comportamiento. La motivación implica necesidades, deseos, tensiones, incomodidades y expectativas. El comportamiento implícito es movimiento, un presionar hacia la acción, identificar las metas y sentir la necesidad de llevar a cabo determinados comportamientos que nos llevarán hacia el logro de esas metas.

Existen varias clasificaciones para los distintos tipos de motivación. Nos vamos a centrar en tres tipos, que posiblemente sean los que mejor casen con la práctica deportiva, y con el CrossFit en concreto.

Por un lado, tenemos la motivación vocacional, sin duda mi favorita y mi caso concreto. Te gusta lo que haces, lo haces con ganas, no hay momento malo para ponerte a hacer burpees o saltos al cajón, porque disfrutas cual niño en tienda de golosinas… Si esto es lo que sientes al afrontar el entreno del día, entonces amig@, tu motivación nace desde lo más profundo de tu ser, nace de la pasión que sientes por hacer lo que de verdad te gusta. Es prácticamente infinita, pues siempre harás algo que te apasiona con todas las ganas y el ánimo posible.

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También existe otro tipo de motivación sustentada en sufragar económicamente la actividad a realizar en sí o en obtener medios monetarios a través de su práctica… Hablamos de la motivación de tipo económico. A todos nos afecta cuando nos «tocan el bolsillo», y el campo de la motivación no iba a ser menos. Existen profesionales del deporte que ven en él un medio para subsistir, del que nutrirse financieramente, sin que la práctica del deporte en sí sea motivo suficiente por sí solo para auto-motivarse. Pero volviendo a un ámbito más terrenal, cuántas veces nos hemos dicho a nosotros mismos eso de «tengo que ir a entrenar porque tengo pagado el gimnasio». Crearnos la necesidad de hacer algo por el coste que conlleva también es una forma de motivarse totalmente válida, aunque quizás para un servidor no sea la más apropiada, pero repito, tan lícita como la que más.

Por último, tenemos un tipo de motivación en la que muchas veces recaemos sin ni siquiera darnos cuenta, es la llamada motivación trascendental. En ella, influimos sobre personas que tenemos alrededor o no, con nuestros propios actos, consciente o inconscientemente. Por poner un ejemplo, quizás os ha pasado alguna vez estar haciendo dominadas, pinos o muscles y frustrarnos por no ser capaces de conseguir lo propuesto. De repente, a nuestro lado, un@ atleta con aparente menor capacidad no solo consigue lo propuesto por nosotros mismos, sino que encima lo supera ampliamente. ¿Si él/ella puede, porque no voy a poder yo? Nos preguntamos… Sin quererlo, el compañer@ ha trascendido en nosotros  con sus actos, pues su espíritu y su capacidad de superación han conseguido influir de manera positiva en nuestro interior, motivándonos a luchar por conseguir el objetivo. Aunque como decía, también puedes trascender en otra persona de forma consciente e intencionada, como en alguien que recién comienza sus entrenamientos y se fija en ti como modelo a alcanzar. Esa admiración provoca, lo creáis o no, una respuesta en el ego que te motiva a dar más aún y a luchar con más fuerza en tus entrenos.

 

Y a ti, ¿Cuál es la motivación que te mueve?

 

José Luis Doblado Contero

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